La ternura tiene el ritmo de la voz que susurra, que nombra, que canta. Del cuerpo que abraza, se ahueca y se estira para alojarnos. Tiene el ritmo del silencio, del sonido que nos hace descubrir esas palabras que todavía no tienen idioma. Si las repetimos una y otra vez, el lenguaje se volverá nuestro y con él podremos llegar al corazón del mundo.
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