Dicen que... La joven de esta historia era dulce y bella, pero pobre y desgraciada: la madrastra la hacía limpiar, cocinar, coser… y la obligaba a dormir en cualquier rincón, donde se llenaba de cenizas. Dicen que por eso la llamaban “Cenicienta”. Pero su suerte cambió cuando conoció a un hermoso príncipe, que se enamoró perdidamente de ella. Aunque él pronto descubrió –horrorizado– que los pies de su amada olían muy mal, dicen que igual hubo perdices.
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