Yapi nos presenta una narración con varios matices, donde lo complejo se presenta simple, y lo simple se vuelve lejano. El contraste entre blanco y negro relega su potencia al rosa, este color tal vez relacionado con la inocencia, se vuelve salvaje e impredecible.
La lectura nos lleva a una introspección, que nos hace preguntarnos si siempre somos ''civilizados''. Tal vez, a veces seamos excesivamente humanes y esta humanidad nos puede alejar de muchas cosas reales. Nuestro temor a lo salvaje (o barbarie en nuestro país) es, tan solo, el temor a lo desconocido.
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