El protagonista de esta bella historia -a quien conocimos en El Membrillo-, escribe una carta a su abuela, a la sombra del membrillo que ya no es una semilla, sino un árbol que da cobijo. Y desde ese cobijo enumera, antes de que llegue el otoño, todas las sensaciones que este verano le regaló: el sabor de las gotas de rocío en el pasto; de aquella nube rechonchita y sola; el perfume de las flores; el sonido del mar; una estrella fugaz que surca el cielo; una constelación de luciérnagas…
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