«Érase un país lejano de un reino muy lejano donde vivía un aldeano rico. Tenía el aldeano rico tres hijos [...]. Molesto estaba un viejo diablo porque los hermanos no hubieran discutido por la repartición, sino que se habían separado de mil amores. Y llamó a tres diablillos.
— El tonto lo ha estropeado todo. Id los tres, ocupaos de esos tres y confundidlos para que se saquen los ojos. ¿Podéis hacerlo?»
Tolstói escribió la más extensa y bella de sus fábulas, utilizando la clásica figura de la tríada en la que pugnan las fuerzas del bien y del mal. En ella, reinstala las costumbres de su amada Rusia, al tiempo que recupera el folklore de la tradición oral y el íntimo contacto con el trabajo de la tierra.
Las ilustraciones de Decur extraen, de sus cajones más íntimos, un riquísimo mundo simbólico. Homenajean, con una vívida paleta, el rasgo hilarante del texto y entablan un diálogo pleno con el entorno natural y el aura juvenil del relato.
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