Una noche de febrero del año 1938, en Uruguay, Gabriela Mistral visitaba al escritor Emilio Oribe cuando su pequeña hija, Esther, irrumpió en la sala llevando en su mano un precioso pescadito que había encontrado junto a las rocas de una playa de Montevideo. Inspirada en lo ocurrido durante la velada de la noche anterior, la escritora entregó a Oribe este poema siendo el único que Gabriela Mistral escribiera en ese país.
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